Una película de terror en la que el desarrollo de los personajes, junto con el suspenso y la genuina tensión, la distinguen de buena parte de los ejemplares del género. ![]() Título original: A Quiet Place Director: John Krasinski (The Hollars) Actores: Emily Blunt, John Krasinski Si algo vale la pena de asistir a una proyección de Un lugar en silencio es la rara experiencia que ofrece de estar en el cine en absoluto silencio. Ese silencio es una necesidad para la familia formada por Lee y Evelyn, su esposa, quienes junto con sus hijos –la adolescente Regan, Marcus en el medio y el pequeño Beau– han sobrevivido durante meses en un mundo infestado por mortales criaturas que se guían por el sonido para cazar, un mundo en el que una palabra puede significar la muerte. Así, Lee (John Krasinski) y su familia andan descalzos y se comunican por medio de lenguaje de señas, todo lo cual sonaría a mero gimmick, si la cinta no viniera precedida de ese run run de los nuevos clásicos. Y es que, producida por Platinum Dunes y dirigida por el propio Krasinski, Un lugar en silencio es también la rara película de terror en la que el desarrollo de los personajes, junto con el suspenso y la genuina tensión, distinguen a la cinta de buena parte de los ejemplares del género. Mejor conocido por su papel de Jim Halpert en The Office, lo que animó al también coguionista a dirigir la película fue lo universal de la historia, del drama de un padre que debe proteger a sus hijos a costa de lo que sea… y la insistencia de Emily Blunt, quien interpreta a Evelyn en la cinta, su esposa en la vida real y con quien el director acababa de tener a su segundo hijo. Es claro que la historia le es personal y, si bien tarda un poco en arrancar, se agradece también pasar ese tiempo con sus personajes. Y es que cualquier película de terror es efectiva sólo en la medida en que nos importa la suerte de sus personajes. La actriz Millicent Simmonds –quien interpreta a Regan– es sordomuda en la vida real; Krasinski no quería a una actriz que sólo fingiera ser sorda, sino alguien que le ayudara a entender al personaje y su situación. Eso se nota también. Lo cierto es que conocer a los personajes y su dinámica de familia es difícil cuando ellos mismos no tienen manera de conocerse mejor –sólo pueden hablar con libertad cuando el sonido de sus voces es ahogado por un ruido más fuerte–. También hace difícil entender a Regan, y la culpa que carga tras la muerte de uno de sus hermanos. Lejos de compartir su pena, la culpamos por ello. Por lo demás, la premisa está lejos de ser original, y remite a cintas como Hush, la fantástica No respires o la próxima a estrenarse The Silence, de John R. Leonetti, en la que aun otra pequeña familia lucha por vivir en un mundo asediado por criaturas que cazan ayudadas por su sentido del oído. El otro elemento fundamental en toda película de terror es el monstruo, y si bien aquí las criaturas son algo novedosas, también resultan un tanto inconsistentes en cuanto a qué tan sensibles son realmente al sonido: mientras en unas escenas parecería que pueden escuchar hasta un respiro, en otras ni un susurro o un gemido los alertarían. Esas inconsistencias producen la sensación de que algunas cosas suceden porque el guion lo requiere, de que su lógica es arbitraria –hay por lo menos una escena en la que esto es más que evidente–.
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Espeluznantes torturas, ‘zombis’ persiguiendo gente para comer sus cerebros, misteriosos exorcismos, baños de sangre… todas estas escenas son las que vemos comúnmente en las películas de terror donde los temas y las historias tratadas buscan generar miedo y consternación. Si tan tortuosas son, ¿por qué nos “apasiona” verlas? Ya sea a través de la gran pantalla, en televisión o incluso mediante los modernos servicios ‘streaming’ de películas online, son distintos los motivos por los que decidimos ver esta clase de cintas. Si bien no corremos ningún riesgo real de acabar desmembrados, poseídos o muertos, los psicólogos aseguran que nos gusta verlas porque queremos comprender nuestros propios temores y los colectivos. “El género de terror apunta hacia nuestros temores arquetípicos. Es posible notar a lo largo de la historia cómo las diferentes generaciones a su manera han definido el “terror” y en gran medida se ha transformado en la percepción de algo amenazante que no está al alcance de nuestro entendimiento”, explica el profesor Paul J. Patterson de la Universidad de San José, en Estados Unidos. Una cuestión psicológica No obstante, la pasión por ver películas de terror puede tratarse de un asunto más psicológico. Un experimento citado en la revista Journal of Consumer Research, descubrió que aunque las personas que participaron calificaron de forma similar sus niveles de miedo tras observar algunos videos de terror presentados en la prueba, los apasionados de este género de películas mostraron mayor felicidad que aquellos que no eran amantes de las películas de terror. “En la vida real, la gente puede experimentar simultáneamente tanto tristeza y felicidad, como ansiedad y euforia. Las personas gozan de las emociones, aunque se deriven de fuentes negativas, si no fuese así, las cosas podrían resultar demasiado aburridas”, señala el guionista estadounidense y autor del estudio Joel Cohen de la Universidad de Florida. ¿Tiene que ver con nuestra personalidad?Otros estudios, como el publicado por el psicólogo Marvin Zuckerman de la Universidad de Delaware, se enfocan hacia la búsqueda de emociones de acuerdo a la personalidad. Así, aquellos individuos que buscan elevar sus niveles de adrenalina son dados a elegir este tipo de filmes, pues tienen la necesidad de vivir experiencias extremas.
Estas prácticas suelen ir desde ver películas de terror hasta realizar actividades de puenting, parapente y paracaidismo. Las sensaciones de excitación pueden continuar durante cierto tiempo luego de ver una película de terror, condición que es conocida como “proceso de transferencia de excitación“, en el que aún habiéndose terminado la cinta, persisten algunos procesos fisiológicos como respiración agitada, latidos del corazón acelerados y presión arterial alta, explica el profesor Glenn Sparks de la Universidad de Purdue (EE.UU.). ¡Compártelo en tus Redes! |
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